miércoles, febrero 23, 2005

Imperfecta

Tengo soledades que hasta el día de hoy no se logran reponer totalmente, esas soledades solitarias que le llegan a uno justo cuando se encuentra rodeado de gente. Pienso en el tan mencionado cielo color panza de burro y me preguntó si terminaré así convertida en mujer tibia, intermedia. Llego como siempre a buscar refugio en unos brazos ajenos, en un cuerpo que no revivirá con un beso. Recorro pasillos y escaparates entre todo aquello que quiero pero que no necesito. La vocecita encerrada en mi cabeza repite: - Tú no perteneces aquí.

¿Y entonces donde pertenezco? La frustración me turba con cada cosa que ante mi decide simplemente no funcionar, por ejemplo la economía nacional o los putos mensajitos de mi celular. Sentada ante la bulla atroz de la vanidad pesada de un vago desfile de modas donde famélicas mujeres caminan con gracia –sea lo que sea la “gracia”- y me recuerdan lo distante que estoy de ser una mujer perfecta.

Parece que mi escritura se asentara sobre burbujas que se romperán al contacto de cualquier superficie dura. Una escritura tan frágil como su autora, la mujer imperfecta. Esa que prefiere correr y odia peinarse, la que nunca comería brócoli pero sueña con la silueta ideal, una mujer insegura y desarmable que guarda palabras en su garganta y grasa en su abdomen, que vive en nubes de aire.

Terrible mujer verdadera que a veces parece de mentira, un remedo de mujer que solo sabe amar demasiado, como si de eso dependiera su vida. Que encanta a los hombres pero no los retiene. Esa que no sabe que quiere pero está segura de que alguien DEBE necesitarla. Aprendí a ser redactora, amiga, rolera y amante. Porque mis vicios son distintos, yo tengo adicciones de verdad como el amor, el sexo y la dulzura, nada que pueda comprar en la tienda más cercana como unos cigarros o una patucha de Trópico.

Soy la niña que nunca quiso crecer y ahora debe pagar el alto precio. Musicalizando encuentros, soñando como una estúpida con cosas imposibles. Soñar que me gano la lotería, que vivo frente a una playa, soñar que estarás cuando despierte como una niña que sueña volar sobre su casa.

¡Qué difícil! ¡Qué injusticia! Que el mundo me quiera perfecta. Camino sin rumbo porque a veces mis motores se apagan y con ellos las luces que me permiten ver hacia donde voy. Con el miedo a cuestas de convertirme en roca, de aprender a no quebrarme y dejar de sentirlo todo tanto tanto. Tal vez un día se me agote la inspiración y hable de cuentas, de belleza y de dinero. Pero no mientras yo pueda evitarlo.

Siento el abandono de mi protector mientras recorro los pasillos helados, porque pasó que no me atreví a decirte que no me dejes sola conmigo otra vez, sí, ni siquiera por una hora. Sabes como nos ponemos. Y es mi culpa, como siempre, por pedirte que me inventes tiempo. Porque Dios me hizo imperfecta y angustiable. Me hicieron con un YO chiquito pero con voz de gritos.



martes, febrero 22, 2005

Origen

De acá salió la frase que inspiró el nombre de este lugar pobre pero honrado.

Hablen tienen tres minutos

De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un
momento,
y bebí una botellas de Beaujolais,
para bajar al pozo donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.

Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja
de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de
café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.

Máxime, sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminable el gongo de la fiebre,
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola
hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de
ternura.

Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntaste
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pastito, una pelusa.


(Honorable) Julio Cortázar



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